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Herencia Poética

Esta obra titulada “HERENCIA POETICA” es el CANTO a las pasiones humanas de quienes con su amor, su dolor, su lucha y su visión del mundo constituyeron al ser latinoamericano.

La trinidad que nombra José Martí, el indio, el negro, el campesino es atravesada en este relato por dos grandes heridas: el amor y la muerte. Dos vertientes estéticas se encuentran en este trabajo: la literatura poética y la armonía y riqueza de los ritmos que conforman el abanico musical de Latinoamérica.

Los poetas que aquí se evocan son ATAHUALPA YUPANQUI, MIGUEL ANGEL ASTURIAS, JOSE MARTI, VIOLETA PARRA, ARMANDO TEJADA GOMEZ, JAIME DAVALOS, ELVIO ROMERO, NICOMEDES SANTA CRUZ, CHICO BUARQUE, NETZAHUALCOYOTL, PABLO NERUDA, cuyas obras han sido musicalizadas por distintos autores/compositores latinoamericanos de las cuales cinco (5) de ellas llevan música de Débora Infante.

comentario de débora

“Este trabajo poético musical surgió de la pasión que ha despertado en mí José Martí y su poesía junto a las voces de los poetas de nuestra América, que de un modo u otro han hablado con la
voz del pueblo. Decía Yupanqui …” si tu no crees en tu pueblo, si no amas , ni esperas, ni sufres, ni gozas con tu pueblo, no alcanzaras a traducirlo nunca..” o Nicomedes “ .. ni por un solo segundo/ ha de olvidar el cantor/ que su deber y su honor/su función y su destino/ es alumbrar el camino/ del pueblo trabajador. Es a este modo de decir al que quise unirme con la música. Así surge “Herencia poética”, con la certeza intima de que a través de la historia y la cultura, nuestro lugar
en el mundo como nación latinoamericana, esta inquebrantablemente sostenido por la potencia que expresa la diversidad cultural de nuestros pueblos, unidos en una identidad americana.”

arte

letras

Nuestra América (fragmento)
texto: José Martí – música: Pablo Milanés

 

Éramos una visión, con el pecho de atleta,
 las manos de petimetre y la frente de niño.
 Éramos una máscara,
con los calzones de Inglaterra,
el chaleco parisiense, el chaquetón de Norteamérica
y la montera de España.
El indio, mudo, nos daba vueltas alrededor,
 y se iba al monte, a la cumbre del monte,
a bautizar a sus hijos.
El negro, oteado, cantaba en la noche
la música de su corazón,
solo y desconocido, entre la olas y las fieras.
El campesino, el creador,
se revolvía, ciego de indignación,
contra la ciudad desdeñosa,
contra su criatura

Leonel Iglesias: arreglos
Fernando Rosso: contrabajo
Fernando “gato” Suárez: percusión
Arturo Blas Bisogni: cajón
Javier Albín: piano
Andrea Verónica Rosenfeld y Nadine Hjelt:: violines
Eva Libia Vera: viola
Paula Taboadela: violonchelo


Netzahualcóyotl  (fragmento del poema Poneos de pie)
texto:  Netzahualcóyotl – música: Débora Infante

¡Ma zan moquetzacan, nicnihuan!
In icnoque on cate in tepilhuan,
Non Nezahualcoyotzin,
Ni cuicanitl,
Tzontecochotzin.Xocon cui moxochiuh ihuan in mecacehuaz,

Amigos míos, poneos de pie
Desamparados están los príncipes
Yo soy Netzahualcoyotl
Soy el cantor
Soy papagayo de gran cabeza
Toma tus flores y tu abanico
Con ellas ponte a bailar

Javier Albín: arreglos
Leonel Iglesias : guitarra
Percusión: Fernando “gato” Suárez
Fernando Rosso: contrabajo
Daniel Frascoli: cajón y skaker
Mariela Infante: coros
Javier Albín: piano


Nguillatún

texto y música: Violeta Parra

 

Millelche está triste con el temporal
los trigos se acuestan en ese barrial
los indios resuelven después de llorar
hablar con Isidro, con Dios y San Juan.

Camina la machi para el guillatún
chamal y revoso, trailonco y cultrúm,
y hasta los enfermos de su machitún
aumentan las filas de aquel guillatún.


La lluvia que cae y vuelve a caer
los indios la miran sin hallar qué hacer
se arrancan el pelo, se rompen los pies,
porque las cosechas se van a perder,

Se juntan los indios en un corralón
con los instrumentos rompió una canción,
la machi repite la palabra sol
y el eco del campo le sube la voz, le sube la voz.

El rey de los cielos muy bien escuchó
remonta los vientos para otra región,
deshizo las nubes, después se acostó,
Los indios la cubren con una oración,
con una oración.

Se siente el perfume de carne y muday
canelo, naranjo, corteza e’ quillay,
termina la fiesta con el aclarar,
guardaron el canto, el baile y el pan.

 

Leonel Iglesias: arreglos
Emiliano Faryna y Leonel Iglesias: guitarras
Fernando “gato” Suárez y Arturo Blas Bisogni: cajones
Arturo Blas Bisogni: climas
Leonel Iglesias: tormento
Fernando Rosso : contrabajo


Sabiduría Indígena (fragmento)
texto: Miguel Ángel Asturias – música: Débora Infante

 

Sacas tu mañana a la ceniza
y la revuelcas entre plumas
de pájaros helados que gorjean
esperando que rías. No la mueca. La risa.
La, ¡ay!, perdida risa de tus dientes bellos.
¿Qué hierbas sostienen tan adentro
tu aliento de tinaja y agua dulce?
Sobrevivir a todos los cambios es tu sino.
No hay prisa ni exigencia. Los hombres no se acaban.

 

El sol volverá a tu garganta,
a tu frente, a tu pecho,
antes que anochezca definitivamente
sobre tu raza, sobre tus pueblos,
y qué humanos serán el grito, el salto,
el sueño, el amor y la comida.

 

Andrea Verónica Rosenfeld y Nadine Hjelt: violines
Eva Libia Vera: viola
Paula Taboadela: violonchelo
Fernando Rosso: contrabajo
Javier Albín: piano 


El telar del sol
poema: Armando Tejada Gómez – música: Débora Infante

 

Urdimbre de los siglos,
unas terrosas manos tejen
hilo por hilo
la vida permanente,
las guardas, los colores
de totales crepúsculos
y el milagro
rocío del día adolescente.

 

Hace quinientos años
el asombro fue mutuo:
¡Dí con el paraíso!,
escribió el Almirante
en su nao de niebla.
No supo, ni en la muerte,
que chocó con Andinia.

El oro encegueció
la búsqueda de Especias
y comenzó la muerte
su lóbrega tarea,
la conquista, el incendio
de las depredaciones,
El telar, tinto en sangre,
siguió con su tarea.

 

Leonel Iglesias: arreglos
Javier Albín: piano Fernando Rosso: contrabajo
Fernando “gato” Suárez y Daniel Frascoli: cajones
Bernabé Montellanos: caja
Leonel Iglesias: guitarras
Mariela Infante: coplera
Miguel Infante: coros
Participación especial: India


Banquete de tiranos
texto: José Martí – música: Pablo Milanés

Hay una raza vil de hombres tenaces
De sí propios inflados, y hechos todos,
Todos del pelo al pie, de garra y diente;
Y hay otros, como flor, que al viento exhalan
En el amor del hombre su perfume.
Como en el bosque hay tórtolas y fieras
Y plantas insectívoras y pura
Sensitiva y clavel en los jardines.
De alma de hombres de unos se alimentan:
Los otros su alma dan a que se nutran
Y perfumen su diente los glotones,
Tal como el hierro frío en las entrañas
De la virgen que mata se calienta.

 

A un banquete se sientan los tiranos,
Pero cuando la mano ensangrentada
Hunden en el manjar, del mártir muerto
Surge una luz que les aterra, flores
Grandes como una cruz súbito surgen
Y huyen, rojo el hocico, y pavoridos
A sus negras entrañas los tiranos.
Los que se aman a sí, los que la augusta
Razón a su avaricia y gula ponen:
Los que no ostentan en la frente honrada
Ese cinto de luz que en el yugo funde
Como el inmenso sol en ascuas quiebra
Los astros que a su seno se abalanzan:
Los que no llevan del decoro humano
Ornado el sano pecho: los menores
Y los segundones de la vida, sólo
A su goce ruin y medro atentos
Y no al concierto universal.

Danzas, comidas, músicas, harenes,
Jamás la aprobación de un hombre honrado.
Y si acaso sin sangre hacerse puede,
Hágase… clávalos, clávalos
En el horcón más alto del camino
Por la mitad de la villana frente.
A la grandiosa humanidad traidores,
Como implacable obrero
Que un féretro de bronce clavetea,
Los que contigo
Se parten la nación a dentelladas.

Mario Parmisano: piano


Ritmos de la esclavitud
texto: Nicomedes Santa Cruz – música: Débora Infante

 

De África llegó mi abuela

vestida con caracoles,

la trajeron lo’ españoles:

en un barco carabela.

La marcaron con candela,

la carimba fue su cruz.

Y en América del Sur

al golpe de sus dolores

dieron los negros tambores

ritmos de la esclavitud

 

Por una moneda sola

la revendieron en Lima

y en la Hacienda “La Molina”

sirvió a la gente española.

Con otros negros de Angola

ganaron por sus faenas

zancudos para sus venas

para dormir duro suelo

y naíta`e consuelo

contra amarguras y penas…

 

A la molina no voy mas/ por que echan azote sin cesar

 

En la plantación de caña

nació el triste socavón,

en el trapiche de ron

el negro cantó la zaña.

El machete y la guadaña

curtió sus manos morenas;

y los indios con sus quenas

y el negro con tamborete

cantaron su triste suerte

al compás de las cadenas.

 

Murieron los negros viejos

pero entre la caña seca

se escucha su zamacueca

y el panalivio muy lejos.

Y se escuchan los festejos

que cantó en su juventud.

De Cañete a Tombuctú,

De Chancay a Mozambique

llevan sus claros repiques

ritmos negros del Perú.

A la molina no voy mas/ por que echan azote sin cesar

 

Leonel Iglesias y Débora Infante: guitarras
Fernando “gato” Suárez y Arturo Blas Bisogni: cajones
Fernando Rosso: contrabajo
PaulaTaboadela, Mariela infante, Javier Albin, Fernando Rosso, Azucena
Sánchez, Ricardo Maril, Andrea Rosenfeld, Nadin Heltz, Eva Libia Vera y
Leandro Drago: coros


Los dos abuelos
texto y música: Atahualpa Yupanqui

 

Me galopan en la sangre

dos abuelos, si señor.

Uno lleno de silencios

y el otro, medio cantor.

Hace tiempo, mucho tiempo

que el indio ya se alejó,

con su lanza y su alarido,

su tobiano y su tambor.

El gaucho salió a buscarlo

por esos campos de Dios.

Se lo habrá traga’o la tierra,

porque tampoco volvió.

Volvió pero hecho leyenda

hecho canto y tradición.

Para que el hombre argentino

no pierda su condición.

Me galopan en la sangre

dos abuelos, si señor.

Uno lleno de silencios,

y el otro medio cantor.

 

Leonel Iglesias: arreglos
Martin Sánchez y Leonel Iglesias: guitarrras


Fervor
texto: Elvio Romero  – música: Debora Infante

 

Lleva la sangre en vuelo

sus ariscos raudales;

llega a ti conmovida

de fuego y desenlace,

es decir, ya cumplida

su jornada más grande,

su vocación antigua

de sueños anhelantes.

Primero entre los hombres

sus semillas expande,

allí aprende dulzuras

que a tu presencia trae,

conoce altas banderas,

luego te da sus panes,

primero va a la tierra,

después tu sol comparte.

 

Junto a ti se arremansa,

sin reposar, mi sangre.

 

El amor es más pleno

cuando llega y reparte

por la tierra semillas

de ilesas claridades.

Entre otras vidas fueron

bruñidos sus caudales;

recogió por la patria

sus más hondos cantares,

al remansarse en ella

cosechó sus mensajes,

y hoy nuestra pobre mesa

está llena de panes

que amasó entre otros hombres,

que por sus luchas arde,

que halló por los caminos,

que hirió por sus combates.

Hoy junto a ti se arremansa,

sin reposar, mi sangre.

 

Bruno del Caribe : piano
Arturo Blas Bisogni: congas y timbales
Fernando Rosso: contrabajo

 

Cio da Terra
texto: Chico Buarque de Hollanda
música: Milton Nascimento

 

Debulhar o trigo

Recolher cada bago do trigo

Forjar no tirgo o milagre do pão

E se fartar de pão

Decepar a cana

Recolher a garapa da cana

Roubar da cana a doçura do mel

Se lambuzar de mel

Afagar a terra

Conhecer os desejos da terra

Cio da terra, a propícia estação

E fecundar o chão

 

Javier Albín: arreglos Fernando Rosso: contrabajo
Andrea Verónica Rosenfeld y Nadine Hjelt:: violines
Eva Libia Vera: viola
Paula Taboadela: violonchelo
Leandro Drago: teclados
Arturo Blas Bisogni: Udu Fernando “gato” Suarez: percusión
Javier Albín: piano
Mariela Infante: coros

 

Vidala del Nombrador (fragmento)
Texto: Jaime Dávalos  – música: Eduardo Falú

 

Vengo del ronco tambor de la luna

en la memoria del puro animal.

Soy una astilla de tierra que vuelve

hacia su antigua raíz mineral.

 

Vengo de adentro del hombre dormido

bajo la tierra gredosa y carnal.

Rama de sangre, florezco en el vino,

y el amor bárbaro del carnaval.


Sube conmigo, amor americano
texto: Pablo Neruda      Música: Javier Albín
(basado en la música  de Víctor Heredia).

 

Sube conmigo, amor americano

Besa conmigo las piedras secretas

La plata torrencial del Urubamba

hace volar el polen a su copa amarilla.

Vuela el vacío de la enredadera,

la plata pétrea, la guirnalda dura

sobre el silencio del cajón serrano.

Ven, minúscula vida, entre las alas

de la tierra, mientras -cristal y frío, aire golpeado

apartando esmeraldas combativas,

oh agua salvaje, bajas de la nieve.

 

Amor, amor, hasta la noche abrupta,

desde el sonoro pedernal andino,

hacia la aurora de rodillas rojas,

contempla el hijo ciego de la nieve.

 

Oh, Wilkamayu de sonoros hilos,

cuando rompes tus truenos lineales

en blanca espuma, como herida nieve,

cuando tu vendaval acantilado

canta y castiga despertando al cielo,

qué idioma traes a la oreja apenas

desarraigada de tu espuma andina?

 

Javier Albín: arreglos
Fernando Rosso: contrabajo
Leonel Iglesias: guitarra
Fernando “gato” Suárez y Daniel Frascoli: percusión


criticas

“HERENCIA” es la utopía que viene desde muy lejos. “….en el fondo de tu corazón golpea un negro el duro parche de roncos atabales” – Nicolás Guillén-

“HERENCIA” es una trinidad que sigue latiendo con ritmos y silencios: “…el indio mudo nos da la vuelta alrededor”. -José Martí-

“HERENCIA” es intensidad y futuro, pues el SER Latinoamericano que lleva consigo sobrevive siempre a las grandes heridas del hombre.”… sobrevivir a todos los cambios es tu sino…”– Miguel Ángel Asturias-.

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